La pérdidas de los seres queridos y los sucesos
traumáticos desbordan, con frecuencia, la capacidad de respuesta de una
persona, se siente sobrepasada para hacer frente a las situaciones que se ve
obligada a arrastrar, las estrategias de afrontamiento pueden volverse malsanas
o fallidas y las expectativas derrotistas.
La frecuente aparición de emociones negativas, como el odio, el rencor o la
venganza (ante un suceso traumático causado por otras personas) pueden
complicar aún más la circunstancia y como consecuencia de ello, la persona,
incapaz de adaptarse a la nueva situación, puede sentirse indefensa, perder la
esperanza y encontrarse paralizada para poder seguir adelante.
Ante estas situaciones traumáticas y situaciones de
duelo, las personas reaccionamos de formas distintas y pueden variar y mucho
las estrategias de afrontamiento que podamos emplear para superar estas
circunstancias adversas.
El principal antídoto contra la pena es poderla
compartir y siempre hay un antes y un después ante un suceso traumático, y unos
pocos que no pueden superar la situación pueden llegar a enfermar, pero la
esperanza y el espíritu de superación forman parte del instinto de conservación
y supervivencia del ser humano.
El duelo supone muchas veces, una reacción
adaptativa ante la muerte de un ser querido, y nos obliga a plantearnos e
intentar rehacer nuestra vida desde una perspectiva muy distinta.
Hay que procurar que la mente no juegue nunca en
nuestra contra, porque si es así, la adversidad habrá ganado la partida.
En el duelo no deberíamos de reprimir la expresión
de una emoción, vaciarnos no quita el dolor, pero es necesario el deshago
completo, el manejo de las emociones vendrá más tarde.
La vulnerabilidad a veces nos lleva a solicitar
tiempo y espacio, pero en ocasiones necesitamos de los demás más que nunca.
Cada historia de superación es única. Las frase
hechas no ayudan mucho pese que sean con la mejor intención, el tiempo no cura
siempre, pero si nos da una mejor perspectiva y nos da mayor madurez para
entender las razones por las que suceden las cosas.
Tenemos habilidades de supervivencia y van a
depender del nivel intelectual, del grado de autoestima, del estilo cognitivo
personal (más o menos optimista) y del tipo de experiencias habidas, así como
del apoyo social y familiar.