LAS
VACACIONES SIN LA PERSONA QUERIDA
En el momento que se muere una persona querida, el dolor
suele ser tan horrible que nos transformamos en unos seres que no nos
reconocemos, dejamos de ser “nosotros” para pasar a ser “otro”.
Ese “otro” somos los mismos pero con unos sentimientos
completamente diferentes a como éramos antes, es como si nuestro ser se hubiera
girado al revés.
Y eso lo podemos constatar en muchas situaciones y una de ellas es
en el momento de las vacaciones sin estar nuestros seres queridos.
Ya dejan de ser como eran antes, que nos divertíamos y lo
pasábamos en grande, ahora no nos apetece estar donde ellos estaban porque eso
nos duele y de qué manera, da lo mismo el lugar que sea, playa, montaña,
ciudad, pueblo o donde fuese, lo que más nos duele es no poderlos tocar,
abrazar, besar.
Yo después de 10 años estas vacaciones he conseguido sacarme de
encima una losa que llevaba acuestas desde el mismo momento que mi hijo murió.
Mi hijo (para los que no lo sepan) murió el 20/12/205 en Sierra
Nevada (Granada), haciendo un trabajo de campo en la montaña con el profesor de
Geografía de la Universidad de Barcelona y compañeros de clase.
Después de las explicaciones del profesor sobre un tema de
geografía, decidieron bajar de la cima con cuidado porque estaba muy nevado y
bajaron Sergio y sus compañeros deslizándose por el suelo y Sergio en un
momento determinado cogió una capa de hielo y se fue barranco a bajo, dándose
un fuerte golpe en la nuca, que según el médico forense el golpe causó su muerte
instantánea.
Teníamos pendiente de
realizar este viaje con el profesor para que nos indicase el lugar por donde
cayó, y lo hemos ido retrasando porque como supongo que sabréis de sobra de que cada persona lleva su duelo de
diferente manera, no hay ningún duelo igual, pues hasta que mi mujer y mi hija
no se sintieron preparados para realizar este viaje lo habíamos ido
posponiendo.
Esta vez le pedimos al profesor si nos podría acompañar y enseñar
el lugar de la muerte de Sergio, le agradecemos su disposición, ya que no tenía
por qué hacerlo, ya que está jubilado y tenía que desplazarse a Granada y
recordar lo sucedido.
Fuimos el profesor, mi mujer, mi hija y yo. Hicimos el mismo
recorrido que hizo el, pasando por los mismos lugares que aconteció.
Fue duro pero a la vez liberador para todos, nos enseñó el lugar
que ocurrió y le pusimos una piedra pegada a una roca como recordatorio de
nuestro amor (está prohibido poner nada en la montaña, pero no nos importó y
allí está la piedra puesta).
Nos presentó al dueño del albergue donde comió y que fue el que
localizó a Sergio en el barranco mientras el profesor llamaba a la guardia
civil.
El lugar nos sorprendió, porque esperábamos un precipicio profundo
y en cambio era una bajada pendiente larga pero no de mucha profundidad, la
diferencia es que era en verano sin nieve y había que cotejarlo cundo era
invierno, con más de 1,30 metros de nieve, con niebla y no se veía que podía
haber debajo de la nieve.
Comimos en el albergue en el que había comido Sergio y fuera del
albergue habían otras mesas comiendo otra familia que también había ido a
conocer donde murió la madre de un chico que también la encontró el dueño del
albergue hace dos años, también muerta cerca del sitio de Sergio, que se perdió
por la montaña a causa de la nieve y la niebla y la encontraron congelada al
día siguiente de haberse perdido.
Esto fue una “causalidad” ya que mi caso hace diez años y el de
esa mujer dos y mira que coincidimos las dos familias el mismo día para
realizar lo mismo, en el mismo sitio y con la misma persona que localizó a los
dos.
Yo ahora estoy mucho mejor, es como si me hubiera quitado una
mochila de encima y creo que todos deberíamos hacer lo mismo cuando creamos que
realmente estamos preparados porque el acto de afrontarlo nos libera el dolor.