LA SILLA VACIA
Ya llegan la fiestas Navideñas, y en qué familia más tarde o
temprano no hay alguna silla vacía.
Para nuestra cultura por regla general, estas fiestas que
ahora se avecinan siempre han sido de recogimiento familiar y bienestar
espiritual, con la “magia” que conlleva las Navidades son momentos familiares
muy íntimos y particulares.
Pero a medida que alguna silla se queda vacía, esos momentos
de alegría y jolgorio se van mermando, las ganas ya no son las mimas porque
falta algún ser querido que nos ha dejado, se
rompe esa “magia” que había y nos llega la tristeza de saber que falta
alguien muy querido.
Las primeras Navidades sin nuestro ser querido, se hacen más
difíciles, se nos van las ganas de celebrarlo, no nos apetece e incluso si
pudiéramos las apartaríamos de nuestro entorno, porque nos hace más daño que
bien.
Pero para los que hemos pasado por eso, es normal que nos
encontremos así, porque es muy duro, pero hay una cosa que no desaparece Nunca
y eso es el AMOR que sentimos y sentiremos y cada vez más hacia el ser que no
está y vemos su silla vacía.
Y ese AMOR es lo que
nos ayuda a poder seguir adelante poco a poco (cada uno a su debido momento
porque no hay ningún duelo igual).
Y gracias a ese AMOR a medida que va pasando el tiempo esa silla
vacía ya no está tan vacía como al
principio y seguiremos celebrando esas fiestas de otra manera diferente pero
esa magia seguirá existiendo y lo digo por experiencia.
Llenemos esas sillas con el AMOR de los que no están
físicamente pero siguen estando de otra forma y la sentimos de verdad y sigamos
celebrando la Navidad.