jueves, 20 de abril de 2017

Victima, Salvador y Verdugo en el Duelo


 

 

En todas las circunstancia de la vida, así como en las personas que ha perdido a un ser querido, nos encontramos con tres actitudes que son: VICTIMA, SALVADOR Y VERDUGO.

Entrar en un código ético de sanación implica saber cuál de estas tres actitudes estamos nosotros a través de un método de auto-escucha que es observar en cuál de las tres estoy.

Con la VICTIMA generamos atención de los demás, vive convencida de que algo hizo mal, de que quizá, si hubiera hecho, actuado, haber estado más atenta, si en vez de esto o lo otro, si me hubiera fijado más, no me di cuenta, etc.etc. Pero la persona en evolución, se debe de desenganchar de este victimismo, se tiene que intentar ver que hay detrás del dolor y así nos podemos dar cuenta de que es lo que ocurre, para no caer en esa situación de esperar que los demás me den lo que me hace falta. La Víctima se muestra con los miedos irracionales. Son personas que no solo aceptan ser rescatadas, sino que refuerzan nuestras conductas y comportamientos rescatadores, al menos al principio. Generalmente se siente que la tratan mal, piensa que todos abusan de su “nobleza” se siente incapaz. Muchas veces “se hace” o finge ser víctima, sus frases suelen ser: “eso yo no puedo”, “no soy buenos para esto”, “hazme tu esto, tu eres bueno en eso”, “me resulta imposible”, ”quisiera morirme de pena” “porque a mi” etc. Su sentimiento crónico es de tristeza, puede quedarse hundida en un sillón, en la cama, viendo la tele por tiempo indefinido, sus platicas van siempre acompañadas de pesimismo, de quejas y de melancolía. No se puede cambiar a las personas, cuidar y rescatar a los demás a veces es una manera de escapar de nuestros problemas. Esta conducta está basada en una premisa falsa, ya que  no se puede cambiar a las personas, desde luego que las personas cambian, pero lo hacen cuando ellas quieren, cuando llega su momento y cuando están preparadas para hacerlo. Adoptar el papel de víctima es tremendamente sencillo, la víctima se regodea de su propio dolor y le saca partido, resulta difícil aceptar que hay rabia por debajo de la aparente debilidad de la víctima.


En lugar de victimismo, nos potenciamos, casi nunca somos responsables de lo que nos toca vivir. Cuando una persona decide adoptar una actitud activa frente a las dificultades y elige utilizar sus recursos, comienza a experimentar su propio poder para hacer frente a las circunstancias más adversas. Quien se siente víctima atrae a perseguidores o verdugos y salvadores y entra en un circuito doliente, quien asume la dirección de su vida, aun en los momentos difíciles, encuentra apoyos y aumenta sus propios recursos de afrontamiento.

Con el VERDUGO, es el que todo lo juzga, incluso a sí mismo, es el que descrimina a los demás y puede acabar consigo mismo, es el que martiriza a los demás y a sí mismo. El Verdugo se muestra con la rabia y con la cólera, asedia, maltrata y manipula. Pueden ser agresivos verbalmente, su sentimiento crónico negativo es el coraje, la ira y la inseguridad. Resulta difícil admitir que uno está siendo controlado por sus deseos vengativos o simplemente con el fin de soltar rabia acumulada. En lugar de Verdugo o Perseguidor debemos de poner límites y proteger, es decir expresar clara y serenamente lo que nos molesta, canalizamos nuestra rabia, o esperamos que se nos pase antes de actuar, manifestamos nuestro enfado con palabras, hacemos peticiones firmes y concretas y no abusar de la vulnerabilidad. Es tratarles como nos gustaría ser tratados cuando actuamos mal o cometemos errores.

Y, con el SALVADOR, estamos ayudando a los demás y puede llegar a creer que les salva de algo, a alguien o que es imprescindible, pero luego se queja si no obtiene alguna recompensa a cambio de su “ayuda”, por lo que entonces se siente víctima, y estos papeles de salvador, víctima y verdugo se suelen intercambiar y se suelen interrelacionar. El Salvador se muestra con el apego. Salvar es ofrecer una ayuda que ni es saludable ni es oportuna, pero se hace porque así uno puede mantener una autoimagen de bondad y entrega. Resulta difícil admitir que detrás de muchas ayudas “desinteresadas” hay una necesidad de hacerse necesario y un alto nivel de orgullo y autocomplacencia, por eso es fácil que pase desapercibido a la conciencia, notaremos que hay un salvamento en lugar de una ayuda porque el salvador, antes o después persigue a quien salvó, mientras que la ayuda genuina se da gratuitamente y sirve para aumentar los recursos del ayudado, el salvamento hace al ayudado más dependiente de la ayuda y más exigente con respecto al ayudador. Cuando ayuda y se interesa por los demás, el Salvador transmite de manera no verbal un mensaje parecido a este:”Yo estoy bien por ayudarte, tú estás mal por necesitar mi ayuda”. Cuando alguien se sitúa en la posición de Salvador experimenta gran preocupación por los demás, se adelanta a sus necesidades, insiste en ayudar, aconsejar y orientar, se siente muy feliz de que le necesiten y le agradezcan sus afanes y, a pesar de que nota que algo no va bien o que empieza a cansarse, sigue esforzándose y comienza a pensar que la gente es egoísta y desagradecida. En lugar de salvar tenemos que permitir, es decir, nos aseguramos de que el ayudar, estamos fomentando que la otra persona se sienta apoyada para actuar por si misma, explorar sus recursos y asumir la dirección de su propia vida. Le estamos permitiendo crecer para que pueda hacer frente a las frustraciones y dificultades de su existencia. Hay que dejar de ayudar cuando notamos que nos están entrando ganas de empezar a perseguir

Dentro de este triángulo deberíamos colocarnos en el centro de los tres vértices, darnos cuenta si estamos juzgando, si estamos salvando o vamos de víctimas, tenemos que aprender a escucharnos a nosotros mismos para poder estar en el centro del triángulo puesto que allí está el AMOR.

Nuestro rol aquí, es trabajar estos aspectos, ir dándoles consciencia; no corregirlos porque están impresos fuertemente en nosotros, en nuestra memoria celular arquetípica, están metidos en nuestra red celular; por eso nosotros trabajamos en el cuerpo etérico; como la célula está tan intoxicada, intentamos desde el cuerpo etérico echarle un cable y liberarla.

En este camino que hemos emprendido vamos comprendiendo, desde el corazón, en qué situación estamos, para ir elevando la consciencia; y cuando ya sabemos cuál es la responsabilidad, si estamos en la renuncia o en el servicio, o si estamos en el salvador, o en el verdugo, o en la víctima, ese pequeño atisbo de elevar la conciencia de cada uno, nos permite adquirir un compromiso. El compromiso es la convicción interna, aquello que te mueve, es el motor, lo que es móvil dentro de uno, lo que realmente te está motivando.

El apego, la cólera y el miedo dan vida a estos tres personajes que inconscientemente interpretamos: el salvador, el verdugo y la víctima.

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