Según las
tradiciones, sobre todo cristiana, es la celebración del nacimiento de Cristo y
esto es sinónimo de fiestas, celebraciones y diversión, acercarnos a nuestros
seres queridos y convertirnos en personas más humanas y sensibles por el
entorno que nos rodea.
Para las personas
que sienten esta tradición y la pueden celebrar siempre ha sido unos días
esperados y celebrados con alegría.
Pero cuando se
muere un ser querido, esa alegría, esa paz interior, esas celebraciones,
encuentros de gozo y dicha se rompen como si nos arrancasen un trozo de nuestro
corazón y nos sentimos muertos en vida.
Es curioso como
pasamos a odiar la Navidad, ya no
queremos saber nada de esas reuniones con los familiares.
Nos molestan las
calles adornadas con esas luces de mil colores.
La armoniosa
música de los villancicos.
Ya no nos apetecen
las comidas familiares, ni los regalos, ni sorpresas.
Es como una
destrucción total de esas tradiciones que siempre habíamos celebrado con tanto
amor con nuestra familia.
Eso se nos acabó.
Nos ha sido arrancada de golpe, sin preguntar, sin saber, sin darnos tiempo a
reflexionar.
Es el golpe más
duro y traicionero que nunca nos habíamos preguntado ni planteado.
Esto me ocurrió a
mí con la muerte de mi hijo (además de golpe y un 20 de diciembre) me imagino que los que han pasado por lo
mismo que yo, lo sentirán muy parecido, pero en mi caso a medida que han pasado
los años, realizando un buen duelo y transformando ese dolor en AMOR, poco a
poco, estas fechas Navideñas llenas de tanta tradición, las he ido recuperando,
ya no son lo mismo (porque hay un antes y un después), pero he aprendido mucho
de todo este dolor que me ocasionó la muerte de mi hijo (no la desaparición de
él, porque eso es imposible) me ha abierto los ojos a muchas cosas que antes no
quería ver, me ha enriquecido mi ser y mi crecimiento espiritual y mi
sentimiento de amor hacia a mí, mi familia y a la gente en general.
No creo que sean
estos días especiales para celebrar este recogimiento familiar.
Creo que lo
podemos hacer todos los días del año igualmente, pero parece que en estas
fechas sean diferentes estos acontecimientos, para mí me es igual cualquier
día, pero he vuelto a sentirlo de otra manera, porque según un escrito que
encontré. No sé su autor y con su permiso lo hago mío porque lo comparto por igual.
Dice que “cuando
nacemos a un nuevo grado de apertura, de sencillez, cuando aprendemos es
NAVIDAD. Cuando nos volvemos más auténticos, más tiernos, cuando dejamos a tras
rencores, prohibiciones, prejuicios y temores, es NAVIDAD, cuando amamos,
cuando servimos, es NAVIDAD”.