miércoles, 19 de abril de 2023

REFLEXIONES

REFLEXIONES Nosotros no podemos cambiar lo que nos ha sucedido, pero podemos cambiar nuestra actitud y asumir otra positiva producto de nuestro amor hacia ellos. Lo que une a una madre o a un padre a su hijo o su hija, es el amor: ¿acaso necesitamos de su presencia física para seguir amándolos? Al nacer nuestros hijos nos enseñaron una manera distinta de amar; nosotros conocíamos lo que era el amor a la madre, al padre, a los abuelos, a los tíos, a los hermanos, luego al compañero o la compañera, pero cuando ellos llegaron a nuestro hogar nos enseñaron a amar de una manera distinta y ahora, al partir, nos han enseñado otra manera de amar, un amor incondicional, más sublime que ni siquiera necesita de su presencia física. Entonces, por ese amor, podemos hacernos la pregunta ¿cómo habría querido vernos? ¿llenos de angustia? ¿llenos de odio? ¿o llenos de amor? Cada uno en su intimidad puede responderse esta pregunta. A veces, cuando los recordamos, pensamos en ellos como que están allí donde tuvieron el accidente,(como en mi caso),… pero ellos no están ahí. Ellos están en otro lugar, al que por nuestras limitaciones físicas no podemos acceder, pero cualquiera sea nuestra creencia de a dónde vamos a ir después de nuestra propia muerte… allí están ellos esperando nuestra llegada. La responsabilidad es la de vivir dignamente en su homenaje, pero también vivir dignamente por nosotros mismos que lo merecemos y vivir dignamente por quienes nos rodean. . ¿Somos las mismas personas antes, que después de la partida de un hijo? No, no somos las mismas personas. Si no somos las mismas personas, sólo quedan dos opciones o somos mejores personas o somos peores personas. Es esa la gran opción que se nos presenta en la vida frente a lo que nos sucedió seguramente que por el camino de las emociones, encerrándonos en nosotros mismos y renunciando a vivir, no vamos a ser mejores personas, quizá lleguemos a ser un estropajo, lleno de angustia, de llanto, de bronca, de odio, de resentimiento que es el camino al que nos llevan las emociones. Según nos dice Víctor Frankl, el ser humano es el único ser del universo que es capaz de oponerse a aquello que lo condiciona.. ¡Sí, la partida de un hijo nos ha condicionado! Pero tenemos la libertad que nadie nos puede quitar, de asumir una actitud positiva en homenaje a ese hijo. Elisabeth Kübler Ross, que es una científica suizo-norteamericana, que se dedicaba en su profesión de médico a atender enfermos terminales, nos dice que aunque parezca extraño, la pérdida de un hijo puede producir en los padres un despertar espiritual. Ese es el “despertar espiritual”, cuando nos enfrenta a la opción de ser mejores personas, no mejores personas que los demás que sería una actitud de vanidad, sino mejores que nosotros mismos, mejores hoy que ayer, mejores mañana que hoy .Entonces aparece la figura de nuestros hijos como maestros. Su partida nos enseña a no temerle a la muerte, nos enseña a dimensionar el poco valor que tienen las cosas materiales, nos enseña a ser más tolerantes con las cosas que nos pasan a diario, nos enseña a comprender el dolor de los demás, en fin, nos enseña a ver la vida y la muerte de una manera muy distinta a como la ve la cultura en la cual estamos inmersos.

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