El desapego no es desamor, el
desapego es sostener nuestra libertad, permitiendo, también, ser libres a
quienes amamos. El desapego no es abandono, por el contrario, es un acto de
amor incondicional. Quien ama verdaderamente, deja libre al otro.
El desapego se puede aprender
de diferentes maneras, pero una de las mas frecuentes e ineludibles es la
muerte de un ser querido, sin embargo no todos pueden realizar este aprendizaje
de la misma manera, nos propone grandes cambios en nuestras vidas. No podemos
ver al ser querido, y el hecho de que este siga existiendo en otro plano, hace
que desarrollemos un estado de amor diferente. Se podría decir que es un amor
incondicional, por ser un amor en el que no contamos con el otro físicamente, pero
sin embargo, seguimos sintiendo su “viva” presencia y compañía.
Sentir el desprendimiento del
ser querido es desgarrador, esta separación conlleva un gran sufrimiento, nos remueve
emociones, situaciones de abandono. Pero hay que aprender que el desapego no es
abandonar ni ser abandonados, implica vivir el momento presente, vivir en el
aquí y en el ahora, también implica aceptar la realidad, los hechos. Cuanto mas
apegados estamos a ideas, dogmas, estilos de vida a lugares a cosas y por
supuesto a personas, mas crece nuestro miedo a perder todo eso.
El desapego desata lazos,
corta cordones que nos mantienen atados a viejas situaciones que no nos
permiten avanzar. Aprender el desapego mientras vivimos, nos permitirá hacer un
pasaje más fácil cuando abandonemos nuestro cuerpo físico, para pasar a otro
tipo de vida. Desapegarse es dejar ser, fluir con la vida y aceptar lo que no
se puede cambiar, permite que fluya la energía del amor y el amor es sanador.
El desapego permite partir
hacia otro plano más elevado, al plano de la luz, donde la paz es permanente y
se vive un presente continuo de calma y plenitud.
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