Cuando perdemos a un
ser querido a parte del dolor que tenemos por dicha perdida, la sociedad
en que vivimos nos maltrata colocándonos el estigma que nos provoca como una
deshumanización, una despersonalización, parece que somos inaceptables,
inferiores, la autoestima nos baja, nos provoca estrés psicológico y un montón
de adjetivos que no nos hace ningún bien.
Da la sensación de que tenemos una enfermedad
contagiosa, se apartan de nosotros (porque nuestro comportamiento ya no es e l
mismo al de antes de que se muriera el ser querido).
Nos querrían ver como éramos antes. Parece que les
demos pena, dicen “mira a ese desde que se le murió el ser querido ya no es el
mismo”.
Y realmente es así, ya no somos los mismos, hemos
cambiado, porque ahora somos diferentes, nuestras percepciones son distintas, somos mas reales, mas sensitivos,
las memeces y tonterías que antes teníamos como cosas importantes ya no lo son,
ya no estamos tan apegados a lo material, a lo efímero, a lo superficial,
vivimos el día a día, nos han cambiado las prioridades le damos mas importancia
a lo que realmente lo merece, y eso para la sociedad, el entorno no lo
comprende, nos ven raros, diferentes, distintos , pero somos mas “nosotros mismos”.
La transformación
que se ha producido en nosotros lo define muy bien J.Montoya
Carraquilla, que dice en un escrito suyo: “En
ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL: es un
dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social
(duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y
espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el
presente y especialmente el futuro. Toda la vida en su conjunto duele”.
Ese dolor que
tenemos, los que están fuera de nosotros, no lo pueden comprender porque para
entenderlo hay que sufrirlo y si no pasan por lo mismo, no lo pueden
comprender.
El antidoto podría ser, escuchar nuestro corazón,
conectarnos con nosotros mismos, con nuestro “yo” interior que lo sabe todo y
conoce nuestras respuestas, solo tenemos que escuchar, con nuestra intuición,
apreciar lo importante y trascendental desde el corazón y vivir esa
consecuencia, aprender la paciencia, la tolerancia, la humildad, a
sobreponernos a cualquier pérdida, tenemos que vencer el miedo, arriesgarnos,
ser valientes y buscar fortaleza, que realmente la tenemos, solo hace falta encontrarla
y está en nosotros y no fuera en los
demás.
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