Mi hijo partió el 20/12/2005, cinco días antes de
Navidades. Se puede decir que mis primeras navidades sin él no pude reconocerlas,
ya que estaba en un estado de “shock” tan grande que no era yo, el dolor fue
tan de golpe e intenso que no sé cómo pude sobreponerme.
Las Navidades hasta ese año las celebrábamos como me
imagino las suelen pasar la mayoría de gente, aunque no hemos sido muy
religiosos, sí seguíamos las tradición, eran días de encuentro familiar, de
gozo, alegría, jolgorio, villancicos, turrones, cava, y sobre todo de regalos,
tanto para Papá Noel como para Reyes.
Mi estado emocional era tal que no percibía cual era
mi realidad, la algarabía y las luces de
las calles, las actividades comerciales, las canciones, todo lo que conlleva
estas fiestas tradicionales navideñas, todo eso, se esfumó como por arte de
magia, pasé de ser un ser feliz a no ser absolutamente nada, sin ganas de
vivir, él había desaparecido, eso no
podía ser, no podía concebir que si no estaba él ¿Cómo podía seguir adelante
con mi vida?. ¿Qué sentido tenía esta situación?.
Ahí me di cuenta de lo efímeros que somos, que
solamente en décimas de segundo pasas de estar a no estar. El mundo se hundió,
me di cuenta de lo insignificantes que somos.
Yo, el que era tan feliz el que podía con todo, en
ese momento no era nada. No pude celebrar nada, ninguna comida con los
familiares, ni regalos, ni nada de nada, al contrario pasé a aborrecer y odiar
esos días, quería que desaparecieran del calendario, la tristeza se implantó en
mí, el desespero, mi mente parecía que fuera a estallar de tantas preguntas que
me absorbían, sin ninguna respuesta positiva y convincente que me respondieran
lo que quería oír, que eso no iba conmigo, que no podía haberme sucedido a mí,
que era un sueño, que cuando despertase de esa pesadilla, el volvería a estar
conmigo.
Y cuál fue mi desespero, que ni siquiera me
reconocía, esa piltrafa que estaba frente al espejo no sabía quién era. Así
fueron mis primeras navidades sin él, creo que es lo que les sucede a todos o
casi todos, más o menos.
Ahora ya no
es lo mismo, la transmutación de oruga a mariposa en mí ha sido realmente
asombroso y quisiera dar una pequeña nota de esperanza a todos los que están
pasando por su primera navidad sin su ser querido, todos pasamos por estas
etapas del duelo (no todo el mundo igual pero si muy parecido) y quisiera
comunicaros que si queremos podemos, ya
nunca más será igual, hay un antes y un después, pero SI podemos sobreponernos,
por nosotros mismos y sobre todo por la memoria de ellos.
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