Una
de la fases del duelo es “la culpabilidad” y esa culpabilidad por la pérdida de
un ser querido nos puede ocasionar
angustia, inestabilidad emocional, inseguridad, rabia, sentimiento de
dependencia, tristeza y a veces depresión. Es un sentimiento que muchas veces
nos sobrepasa.
Esa
pérdida nos conduce, casi siempre, a un sentimiento de culpa, que dependiendo
de la manera en que ellos se van, suele expresarse de diferentes formas:
Si
la muerte es producida por algún tipo de accidente, nos solemos culpabilizar:
por el hecho de haberles facilitado el vehículo con el que se han matado…. Por
no haber estado más atentos…. Si no hubiera estado en ese momento ahí…. Si el
que le ha provocado el incidente hubiera estado más sereno, más despierto……
etc.etc.
Si
la muerte es por enfermedad, nos preguntamos…. Si hubiera hecho algo más… Si el
médico hubiera sido más profesional….. Se han equivocado al medicarles….. Si le
hubieran hecho eso antes….. Se podría haber hecho algo más para salvarle…etc.etc.
Si
la muerte es por suicidio, nos culpamos por no habernos dado cuenta de que era
lo que le estaba pasando…. No nos dimos cuenta de las indicaciones que le llevaron a hacer lo que hizo…. Porque no
lo vi antes…. etc.etc.
Muchas
veces nos sentimos culpables por seguir viviendo cuando ellos se han ido, si
nos reímos, porque creemos que no tenemos derecho a reír, si salimos y vamos a
cualquier sitio de diversión, porque no deberíamos hacerlo y así con una cosa tras otra nos
vamos machacando y machacando, porque no aceptamos su muerte y nos culpamos a
nosotros mismos y nos sentimos impotentes y sin esperanza.
Pero
NO, en realidad no deberíamos culpabilizarnos de nada, porque normalmente las
culpas suelen ser irreales deberíamos aceptar que lo que hicimos era lo que
podíamos o sabíamos hacer en esos momentos y no reprocharnos nada porque eso
solo conduce a un sufrimiento añadido.
La
culpa nos paraliza y no nos permite tomar el control de la situación,
deberíamos utilizarla como una oportunidad que se nos presenta para mejorar diferentes
aspectos nuestros y no juzgar y aceptar lo ocurrido, perdonar y perdonarnos y
no deberíamos interpretar que ellos pudieran ser los verdugos de nuestro dolor
y a través de ese convencimiento podremos llegar a donde no llega ni la lógica ni la razón.
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