Hasta ahora el prepararse para la muerte de una
persona siempre ha sido un tabú, porque nadie nos ha enseñado a hacerlo, porque
la muerte siempre nos ha dado miedo y normalmente no estamos preparados para
acompañar a un moribundo, o aún enfermo, en su tránsito hacia la muerte.
Pero ahora cada vez nos vamos preparando mejor sobre
todo a los que nos ha tocado de asistir a más de una persona.
No hay ninguna persona igual a otra, pero a veces
hay muchas cosas en común que nos puede servir de cómo comportarnos ante una
situación extrema.
Hay que estar a su lado, escucharlo, atenderlo, ser
receptivo ante el enfoque que adopta el ser querido en relación con la muerte,
si lo desea hay que hablar acerca de la muerte, preguntarle si tiene miedo, hay
que ayudarle a lidiar con eso, podemos decirle cosas que le tranquilicen,
compartir sus recuerdos y cumplir con los deseos del ser querido.
Dile todo lo que tengas que decirle, lo mucho que le
quieres, si lo desea, hablar de todo lo que pida y así tanto él como tú os
podéis sincerizar y que no quede nada en el tintero por decir.
Date un momento para afligirte y llorar, no reprimas
las emociones. Relájate de vez en
cuando, necesitas energías para poder estar a su lado lo más fuerte posible.
Cuando estamos al lado del enfermo a veces no es
necesario que estemos hablándole continuamente, con estar a su lado, es
suficiente, cogiéndole o no la mano, en silencio, etc.
No existe una receta para prepararse para tal tipo
de pérdida, por eso cada uno lo hace como puede o sabe, pero la experiencia es
un grado.
Según Elisabeht Kübler-Ross las etapas más comunes a
las que se expone el sobreviviente durante el proceso de pérdida son: el
impacto inicial y la negación del evento de la pérdida, el coraje, la negación
anticipada o retroactiva, la depresión y la aceptación.
Reconocer las experiencias positivas y sentirse
perdonado por cualquier falta cometida contribuye al proceso de adaptación y
manejo del cambio ante la pérdida.
Reconocer la muerte como un proceso de vida es
fundamental.